Se incluyen en esta entrada las páginas 15 y 16, las últimas, del texto Escrito a mano para no olvidar.
Las pequeñas cosas alegran y, a veces, también, oscurecen el corazón.
Esta mañana he ido al hospital y, contra lo que me decía el cuerpo, no
estoy mejor; las heridas han empeorado, en esta semana, en lugar de progresar,
han retrocedido.
Se que es normal, pero es el miedo que retorna, el temor al hospital,
el pánico a las noches. La espera del día en que no pase nada; el tiempo de y
sin esperanza.
El dolor me acompaña día y noche, no se apaga nunca, es compañía fiel.
¡No puedes quejarte? Sí, me quejo y me dan algo así como nolotil, que me calma
un rato y, a veces, duermo.
Quizá estoy viviendo un tiempo de convalecencia, un tiempo que pasados
los días, las semanas o los meses, estará en el olvido. O no, acaso ha venido
para quedarse en mi compañía. Ya sabes, el dolor ajeno es una palabra y las lágrimas
de los demás, agua.
No creo que estas páginas de convalecencia sirvan para algo. Incluso
dudo que valga la pena volver sobre ellas y releerlas.
Me parece que todo es un gran nudo que, ni cortado dejaría de sujetar
el principio básico de la vida que es sobrevivir. La salud es lo que te sujeta
a la vida, y ahora, en esta convalecencia, ¿terrible?, la estoy viviendo, y es
como es.
Nueve de abril, tiene razón mi amigo Juan Ramón, al decirme que ponga
fecha a lo que escribo. Y mi hermana Concha al recordarme que tengo que
escribir.
Me han dicho que por las noches me dan algo para dormir, y pienso que o
no es cierto o es muy poco, porque duermo poco a deshoras, las noches entre
nada y algunas letras del e-book.
Rezo el Ave María y de cuando en cuando tengo que pararme porque no se
seguir. Es curioso, ¿será deterioro cognitivo o, simplemente, falta de
atención? Juan Ramón está con la quimioterapia a punto de hacer efecto, mañana
estará peor y pasado ya veremos. Y, me pregunto ¿vale la pena lo que está
pasando para conseguir algo, si consigue algo?
Y yo, ¡Será esto simple convalecencia? ¿Es el preludio de algo peor? Y sea
lo que sea, he de resistir.
No, no tengo que prolongar mi vida artificialmente, pero tampoco puedo
dejar de vivir o que haya de vivir. La mayor enseñanza es el ejemplo, y, porque
creo que deber y responsabilidad no son
palabras vacías, he de cargar para dar ejemplo: cuando tengan días difíciles se
acordarán del abuelo y si el ejemplo del abuelo es resistir, será para ellos
más fácil hacerlo; pero si el abuelo se deja morir ellos le seguirán sin
dudarlo un momento. Sí, hay que respetar las leyes de la vida, el rio dorado
que baja agitando su fuego y lanzando gotas de vida alrededor del cauce.
NOTA
En este punto terminan las 16 páginas manuscritas que contienen mi experiencia,
o lo qe me parece ha sido mi experiencia, en el proceso de convalecencia que estoy viviendo y que comenzó con mi
llegada a la residencia, el 22 de abril de 2024, hasta el día 11 del mes de mayo de 2024.
En el momento en que se redacta esta nota, 23 de abril, el proceso de
curación sigue en una evolución positiva, con dolores sí, pero viendo a lo lejos
una luz que anima a la esperanza.
Y, para terminar esta nota, decir que, salvo acontecimientos imprevistos
o situaciones extremas, el relato de mi enfermedad queda cerrado.